En este taller hemos explorado nuestro mapa emocional, elaborando un recorrido simbólico por nuestros sentimientos y ubicándonos en nuestro momento presente como punto de partida.
El dolor aparece como base de muchas de nuestras experiencias afectivas. La ausencia de respuesta amorosa, el vacío o la nostalgia emocional, van definiendo nuestra actitud presente, nuestra percepción de la realidad, y dando forma a nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno.
El dolor puede aparecer camuflado de rabia, de tristeza o de miedo. Miedo a sufrir, a arriesgar demasiado, miedo a lo desconocido, a entregarnos o a sentir. A veces la vida misma puede resultar insostenible, el tiempo inabarcable, la carga demasiado pesada y el rumbo incierto.
Poco a poco vamos dando forma a nuestras necesidades y conectamos cada vez más con aquello que realmente anhelamos. De manera metafórica vamos recogiéndonos en nosotros mismos, encontrando en la intimidad, en el descanso o en un mundo simbólico e imaginario nuestro salvavidas. Pero la salida no es la huida sino el contacto con esa parte de nosotros negada, nuestra soledad, nuestro olvido, nuestro dolor, nuestra niña pequeña, nuestro lado espontáneo y flexible o nuestra responsabilidad y madurez.
Mediante el diálogo con los objetos vamos trabajando nuestra polaridades, ese lado que reconozco y con el que me identifico, y ese otro lado, a veces olvidado que de repente surge como algo incómodo que quiere ocupar su lugar.
El grupo nos devuelve constantemente una mirada cálida para reconocernos, para reconstruirnos, para sorprendernos. Poco a poco vamos avanzando en este proceso de desarrollo personal y llegados a un punto es necesario posicionarnos, adquirir compromisos. Así, este taller se convierte en un punto de inflexión, un buen momento para plantearnos cómo seguir orientando nuestro proceso de trabajo de ahora en adelante.
Cuando reconocemos "lo que es" y nos comprometemos, la satisfacción es mayor...
El dolor aparece como base de muchas de nuestras experiencias afectivas. La ausencia de respuesta amorosa, el vacío o la nostalgia emocional, van definiendo nuestra actitud presente, nuestra percepción de la realidad, y dando forma a nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno.
El dolor puede aparecer camuflado de rabia, de tristeza o de miedo. Miedo a sufrir, a arriesgar demasiado, miedo a lo desconocido, a entregarnos o a sentir. A veces la vida misma puede resultar insostenible, el tiempo inabarcable, la carga demasiado pesada y el rumbo incierto.
Poco a poco vamos dando forma a nuestras necesidades y conectamos cada vez más con aquello que realmente anhelamos. De manera metafórica vamos recogiéndonos en nosotros mismos, encontrando en la intimidad, en el descanso o en un mundo simbólico e imaginario nuestro salvavidas. Pero la salida no es la huida sino el contacto con esa parte de nosotros negada, nuestra soledad, nuestro olvido, nuestro dolor, nuestra niña pequeña, nuestro lado espontáneo y flexible o nuestra responsabilidad y madurez.
Mediante el diálogo con los objetos vamos trabajando nuestra polaridades, ese lado que reconozco y con el que me identifico, y ese otro lado, a veces olvidado que de repente surge como algo incómodo que quiere ocupar su lugar.
El grupo nos devuelve constantemente una mirada cálida para reconocernos, para reconstruirnos, para sorprendernos. Poco a poco vamos avanzando en este proceso de desarrollo personal y llegados a un punto es necesario posicionarnos, adquirir compromisos. Así, este taller se convierte en un punto de inflexión, un buen momento para plantearnos cómo seguir orientando nuestro proceso de trabajo de ahora en adelante.
Cuando reconocemos "lo que es" y nos comprometemos, la satisfacción es mayor...
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