Si nos lanzamos a la aventura de contactar con nuestro paisaje interior, es posible que aparezcan imágenes conocidas, recurrentes, escenas que se repiten en nuestro imaginario personal y que nos resultan familiares. Trabajando sobre esas imágenes, desglosándolas como partes nuestras y permitiendo que sea el propio cuerpo el que canalice la emoción y la sensación que la obra creada nos transmite, es posible encontrar ausencias, vacíos, espacios que necesitan ser ocupados, intervenidos o transformados. Una nueva mirada sobre la obra, sobre nosotros mismos, nos permite reconocer aquello que falta, aquello todavía no dicho que emerge como una necesidad y que busca ser representado.
Nos exponemos a nuevas miradas y todavía en ese espacio intermedio entre lo que queremos y no queremos mostrar, comenzamos un ensayo de aquella otra parte de nosotros que intuimos.
Una construcción/de-construcción que nos llevará por caminos creativos al encuentro con nuestra verdad personal...
